27 julio 2011

La música, con letra entra

La editorial Júcar puso en marcha la colección Los Juglares con la intención de dar a conocer la canción, entonces, llamada protesta, luego de autor, cuando todavía la censura se cebaba sobre muchos de los nombres que ocupan ahora las portadas de unos libros descatalogados en la mayoría de los casos, papel de rastrillo o de librería de viejo, pero que aún pese a su evidente desgaste sigo leyendo de vez en cuando para adentrarme en las canciones que me acercan a sueños y realidades presentes en generaciones muy alejadas de, por ejemplo, los años en que salieron los primeros discos de Bob Dylan, Jacques Brel o Joan Manuel Serrat, los tres primeros cantantes que aparecieron en la citada colección.


En recuerdo de Los Juglares, nombro algunos de los libros que ocupan un lugar destacado en los anaqueles de mi biblioteca y son, a menudo, motivo de consulta por muchas razones en las que no falta, por supuesto, el simple goce de leer la letra de una canción escrita en principio en un idioma desconocido, pero común a la sensibilidad de quien escribe.
Descifré lo que decían las canciones compuestas e interpretadas por Jim Morrison, David Bowie, Frank Zappa, Jackson Brown, Leonard Cohen, Simon y Grafunkel, Kris Kristofferson y The Rolling Stones, entre otros, cuando no eran en mi propio idioma las letras de tangos, corridos, blues, rock ácido californiano o canciones de Daniel Viglietti o Vinicius de Moraes, por citar un par de latinoamericanos.

La colección me informó sobre otros estilos musicales que se produjeron o producían fuera de España. Donde no llegaban los escasos y sesgados datos de los medios audiovisuales, estaban los libros que adentraban al lector en el blues, el gay rock o el rock ácido de california, por ejemplo.


Sin embargo, nunca olvido las canciones de gentes de España, sobre todo aquellas surgidas con la década de 1960, algunas ya olvidados, otros desaparecidos para siempre, y unas pocas aún en el candelero. De acuerdo que no están todos, pero también es verdad que constituyen un importante listado de voces que se pueden escuchar con deleite en cientos de grabaciones, algo que cuando salieron los primeros números de Los Juglares no se producía totalmente, por razones evidentes de la época que ahora no voy a recordar.

Pero, dejo de lado las batallitas y vuelvo a los libros mencionados, desde el dedicado a la Nueva Canción en Castellano hasta el de Joaquín Sabina. En el medio aparecen gentes de Cataluña -la pionera en la moderna canción de autor-, Andalucía, Madrid y Aragón. Todas las obras abordan muy bien en un pasado no muy lejano que nos habla en un idioma claro que se entiende, por el que no pasa el tiempo, pero que, a la vez, nos acerca sentimientos presentes como la alegría, la melancolía, la frustración, el amor...


En fin, como dijo alguien, la canción a veces es la mejor manera de acercarse a una sociedad pues a través de ella se hace presente todo aquello que los tratados de historia no incluyen en sus páginas. Por eso entono una vieja canción que dice: Pueblo de España, ponte a cantar. Pueblo que canta, no morirá.

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