22 enero 2015



Una canción tradicional promovida desde Canadá

La primera vez que escuché la canción Peggy Gordon fue la versión del guitarrista y cantante estadounidense Happy Traum (Nueva York, 1938) que formaba parte del repertorio de su primer elepé en solitario titulado Relax Your Mind, editado en el año 1975, una deliciosa historia de amor, desamor, renuncia y soledad. 

La canción tiene su origen en la zona de Nueva Escocia (Canadá), un lugar sin duda con un fuerte arraigo de costumbres traídas del otro lado del Atlántico, en concreto de las Islas Británicas. En las primeras décadas del siglo XIX quedó registrada una canción con el mismo nombre y apellido en Nueva York y Boston.

No sería hasta finales de la década de 1950 cuando Peggy Gordon se popularizó en el ambiente folk del norte de América, para luego adquirir un fuerte arraigo entre los músicos y cantantes habla inglesa, sobre todo en el Viejo Continente. Esto se puede comprobar en las diferentes versiones de la pieza que sigue entre las preferidas en repertorio de intérpretes de distintos géneros musicales.


Peggy Gordon

Oh, Peggy Gordon eres mi amada
Ven a sentarte amor, sobre mis rodillas,
ven a explicarme el motivo
de que me desprecies tanto.

Ojalá estuviera muy lejos de Ingo
al otro lado de la mar salada
surcando el mar tormentoso
sin que el amor ni las inquietudes me preocuparan.

Puse el sombrero sobre un barril de brandy,
era mi afición, lo reconozco,
porque mientras bebo estoy siempre pensando
y deseando que estuviera Peggy Gordon.

Oh, me bajaré a algún valle solitario
donde ningún hombre en la tierra
se atreverá a encontrarme,
donde los pequeños pájaros varían sus voces
y a cada momento sopla un viento violento.



Peggy Gordon


Oh, Peggy Gordon you are my darling 
Come sit you down upon my knee 
Come tell to me the very reason 
Why I am slighted so by thee 

I'm so in love I can't deny it 
My heart lies smothered in my breast 
It's not for you to let the world know it 
A troubled mind can know no rest 

I did put my head to a cask of brandy 
It was my fancy I do declare 
For when I'm drinking I am thinking 
And wishing Peggy Gordon was here 

I wish I was away in Ingo 
Far across the briny sea 
Sailing o'er the deepest ocean 
Where love nor care never bother me 

I wish I was in some lonesome valley 
Where womankind can not be found 
Where the pretty small birds do change their voices 

And every moment a different sound.












El rastro






El Jazz de Montelirio
La Calandria
1972



  • Ibérico Jazz 
  • Opaco








La trompeta de C. Stif
La Calandria
1972




  • Trompeta loca
  • Tom Jazz






En esta sección de Cara Tula, no suelen abundar las palabras escritas, pero en este momento rompo el protocolo y hago mío este espacio para dedicarlo a una persona, el verdadero protagonista de estas líneas, hombre que conozco, y del que siempre supe de sus virtudes artísticas, y de como el nombre que lleva desprende también bonhomía y liberalidad. 

Cuando estos sencillos de 45 r.p.m. se editaron ya estaba al tanto de la música de Antoliano Toldos Extremera, a quien veía a menudo pasar afanado portando su instrumento de trabajo y, también, de por qué no, de alegrías, que si no equivoco es la trompa, por cierto un objeto raro que para mí entonces adolescente, que adolecía de muchas cosas, semejaba alejado de la música que escuchábamos, pero no era así. Todos los géneros en mayor o menor medida acogen la versatilidad del sonido que del referido instrumento sale gracias a músicos como Antoliano, mas no me extiendo en mis tesituras, y remato. 

Es una enorme alegría reencontrarme con la música que muchas tardes me acompañaba cuando estudiaba para hacerme el hombre que soy ahora. Gracias, de todo corazón, a la familia Toldos Ponce, los que están y quienes faltan, por el tiempo compartido. 

La música de Antoliano está presente en la actualidad, de ello escribiré más adelante, por el interés y el acierto que la discográfica Vampisoul pone en sus discos, como es el caso de Ibérico Jazz, una recuperación de parte del jazz español del periodo comprendido entre 1967 y 1972.





Los discos originales que aparecen en El rastro, rastro de señal, me llegaron gracias a la generosidad de Mariano Toldos.