Fosforito, cante jondo de oro

Antonio Fernández Díaz (Puente Genil -Córdoba-, 1932)  es sin duda un clásico del cante jondo, conocido por el apodo Fosforito. Este hombre tocado por el duende decidió aquello de una retirada a tiempo es una victoria, pero su legado queda porque "en su voz está lo que une al mundo". Desde 1999 dejó las tablas de los escenarios para descansar y ejercer como divulgador del cante que tan bien representa.



"Esa música que viene e la tierra, de la contienda, del asalto, del oscuro atropello, de las arterias del planeta", como dice la poetisa Francisca Aguirre, le llegó a Fosforito muy joven, cuando era niño en su pueblo cordobés, lugar en el que conoció las fatigas de quien apuesta fuerte por el cante jondo. En el año 1956 conseguía alzarse con las cuatro modalidades del primer Concurso de Cante Jondo de Córdoba, quizá un intento de recuperar el esplendor del celebrado en Granada (1922), bajo el auspicio de Federico García Lorca y Manuel de Falla, galardón que fue compartido por un jovencísimo Manolo Caracol y el veterano Diego Bermúdez Cala El Tenazas.

Sin embargo, Fosforito conoció las penurias de los pobres, de los artistas de la legua, de quienes recorrían caminos y acudían a las ventas de una España depauperada y de picaresca, en la cual el arte de verdad a veces era considerado poco más que un maldición, más si estaba relacionada con una etnia marginada desde hacía siglos.

Enfermo desde hacía cinco años, Fosforito decidió retirarse de las actuaciones en directo, pero mantiene la faceta de conferenciante relacionada con el cante que domina.

Mucho antes, con siete años de edad, salió a las calles para buscarse la vida como cantaor. Aquel maletilla de la canción supo sortear el tecnicismo en los compases con grandes dosis de jondura. En plena juventud ya era un artista consagrado que dominaba todos los palos, sobre todo las soleares, seguiriyas y cañas. De las segunda, el poeta García Baena dice que las hunde como un estoque.

La dureza del camino recorrido no produjo el efecto para una retirada temprana, tampoco una enfermedad en la garganta que le apartó temporalmente de los escenarios. Al contrario, Fosforito estuvo en ferias, fiestas y toda clase de eventos relacionados con el cante. De esta primera etapa en más de una entrevista hablaba de los malos momentos vividos. Sobre las experiencias a salto de mata, hay que recordar que a los 14 años fue detenido por la Guardia Civil cuando deambulaba por tierras andaluzas en busca de algún sitio en el que poder cantar.

Las ganancias del adolescente Fosforito eran tan escasas que a veces tenía que dormir al raso, mientras la salud se le estropeaba por los caminos de la vida. De vez en cuando aparecía un empresario que le daba algunas monedas por cantar en los lugares más inverosímiles. Esas circunstancias contribuyeron sin embargo a hacer realidad el sueño del joven de Puente de convertirse en cantaor. 

El Concurso de Cante Jondo de Córdoba, ganado a los 24 años, colocó a Fosforito entre los representantes del jondo que tomaban el testigo de los maestros nacidos a comienzos del siglo XX. Antonio Fernández supo captar del cante las esencias de los estímulos más profundos y también de las canciones livianas. Público y crítica le consideraban un cantaor dotado y largo, aunque a veces el duende no acompañase. Anselmo Climente insistía en que: "Irradia con su cante una jondura y un temple sólo posibles para quien ya posee los resortes de la madurez. En Fosforito, como en Manolo Caracol y otros pocos cantaores, los pecados contra pureza pueden justificarse porque manan de un exceso vital, de una demasía en la jondura, de una soberbia psíquica. Es, por cualquier domicilio estilístico, puro apremio vital, verdad intemporal del cante".

Fosforito tuvo la fortuna de recorrer mundo. Atrás quedaban las escenas tremendistas como dormir en un portal. Viajó por Europa, América y Asia. En Japón protagonizó 26 actuaciones en un mes. La experiencia le permitió convertirse en una persona consecuente y nada presumida de su arte, porque reconoce que tanto cante seguido no puede ser bueno, "aunque dé le cien por cien en cada uno de los conciertos, hay que reconocer que en algunos tan sólo sales airoso". Alguien añadió: "Se puede quebrar, pero jamás doblegar ante la adversidad y esto comporta, aparte de una actitud noble e íntegra, una estética de la angustia en el deseo negro del duende, ese duende lorquiano que acude cuando se cierne el peligro de la muerte. Y Fosforito será siempre grande entre los grandes", según Agustín Gómez.

A pesar de participar en decenas de grabaciones, siempre se consideró un hombre de escenario, de contacto directo con el público y con el guitarrista que le acompañe. Pero esto no quita interés a algunos discos, como la trilogía grabada en 1971 con un joven Paco de Lucía. En aquellos discos de vinilo, difíciles de localizar, se pueden oír todo tipo de palos: verdiales, solares malagueñas, fandangos, tangos de Cádiz, tientos, javeras, romeras, alegrías, cantes mineros y granaínas, entre otras. Esto dice mucho dice mucho de la versatilidad del cantaor.

La profesionalidad de Fosforito, más que demostrada, es el espejo en que se miraron otros y otras más jóvenes y contemporáneos de él, hoy en día, entre las mejores voces del cante, algunas de las cuales se pudieron escuchar cuando recibió homenaje en el Conde Duque de Madrid los días 3 y 4 de septiembre de 1999 de artistas como José Menese, Vicente Soto, Paco del Pozo, Chano Lobato, Perlita de Huelva y Carmen LInares, con el apoyo de los guitarristas Jerónimo, Juan Habichuela, Antonio Carrión, Paco y Miguel Ángel Cortés.

Fosforito, además de los galardones recibidos por su arte, en 2005 le fue entregada en Málaga, por el presidente de la Junta de Andalucía, la Llave de Oro del Cante. En febrero de 2006, le concedieron en Sevilla a medalla de Andalucía.

Fotografía: © Sanchez Moreno




Sobre un disco aparecida en este blog


Selección antológica Vol. 3 (Belter) 1971

Fosforito

Portada: archivo Discos Belter

Una historia: “En 1956 se presentó en el concurso de Cante Jondo de Córdoba, una figura juvenil densa, impetuosa: Antonio Fernández Díaz “Fosforito” (de Puente Genil, provincia de Córdoba). Fosforito, con justificable audacia, ganó todos los premios posibles. Fosforito podrá evolucionar o no, pero su sesgo fundamental ya está a la vista, inconmoviblemente. Sus características personales están arraigadas, como que nada deben a la improvisación o al adorno juvenil. Justamente, Fosforito irradia con su cante una hondura y un temple sólo posibles para quien ya posee los resortes de la madurez. Fosforito toma del formalismo flamenco sus esencias humanas, dramáticas, interiores. Si bien respeta la línea estilística de cada cante, una vez introducido en ellos Fosforito se libera y acude a su propio instinto del quehacer flamenco”. Anselmo González Climent. Oído al cante. 1960.

Otra: “Y un llanto antiguo y hondo, como de agua lagrimeante abriéndose paso entre las rocas, surgió de la garganta de Antonio Fernández Fosforito. Si volvemos al viejo tema lorquiano de la musa, el ángel y el duende, la voz de Fosforito pelea broncamente –como Jacob- con el ángel del frío, esquiva con gracia el plegado armonioso de la musa y se entrega tronchada, balbuciente, enfebrecida, al deseo negro del duende. Ni la pena, ni el llanto, ni la pasión, ni la muerte tienen un grito, un quejido, un suspiro, que no se encuentren dispersos o en equilibrio en el cante de Antonio. Voz de silencio. Y él, como un espada plantado ante el oscuro ímpetu mugiente del toro, manda y dirige envolviéndose en la roja capa lagartijera de las soleares, clava las finas banderillas de ayes de la caña, hunde el envenenado estoque lunar de la seguiriya”. Pablo García Baena, poeta.


Canciones: Hasta el reloj se me para. Será tu misma conciencia. Como reluce. Los filos del alba. Es la morena que quiero. Puente Genil, tierra mía. Clavel mañanero. Son mi martirio. Ya no le importa la fuente. Voy a encender dos altares. Entre nosotros existe. Eres virgen más bonita.

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