La cantante estadounidense Billie Holiday (1915 - 1959), de quien se celebra este año el centenario de su nacimiento, es una de las voces femeninas más personales del jazz de todos los tiempos. La notoriedad de aspectos vitales de la artista, en algunos casos relacionados con su dramática existencia, no ha sido óbice para que su arte a la hora de interpretar canciones salte por encima de mitologías que la acompañaron desde su nacimiento hasta su muerte. Muchas personas que admiran el cante de Billie Holiday son conscientes del rico legado dejado por ella en diferentes etapas de su corta existencia artística, iniciada a los 18 años. Desde el swing de sus primeras grabaciones al canto herido de su último disco, queda patente la enorme inspiración a la hora de hacer suya una canción.
Billie Holiday es ante todo la artista que con su voz supo dar nuevos aires al jazz vocal interpretado por mujeres en tiempos poco dados a que una cantante negra se integrase en una orquesta de músicos blancos o que se su voz relatase la cruda y dramática realidad de los linchamientos por motivos raciales en Estados Unidos.
Sus primeros pasos estuvieron marcados por su intuición en el momento de interpretar canciones de todo tipo que adquirían nuevas y agradables sonoridades gracias a la potente y limpia voz que sonaba como un instrumento más en el conjunto musical que se movía sobre el escenario. Su personalidad a la hora de cantar le sirvió para no caer en el maremagnum de nombres y apellidos de cantantes de diferentes décadas que quedaron en el casi olvido en parte por la uniformidad que las casas discográficas imponían.
Admiradora de Bessie Smith y de Louis Armstrong, Billie Holiday afianzó su arrolladora personalidad en el canto y tuvo la suerte de encontrarse rodeada en casi todas las ocasiones de excelentes músicos a la hora de entrar en los estudios de grabación. De entre los muchos y virtuosos instrumentistas, Billie tuvo su alma gemela a la hora de interpretar en el saxofonista Lester Young.