Caramelo de limón
Caramelo de
limón,
el sol de mi
país.
Sol de mi país,
cielo blanquecino
y gris,
palomita de anís,
mermelada de
ciruela
el mar que en
sueños vi,
que, al romper
las olas,
se convierte en
chantilly.
Caramelo de
limón,
el sol de mi
país.
Sol de mi país,
viento norte,
viento triste,
un arco iris sin
fin,
bosques de
castaños
los que siempre
yo soñé,
que eran marrón
glacé,
cumbres
escarchadas,
ventisqueros de
cristal,
marismas de
niebla y sal.
Caramelo de
limón,
el sol de mi
país.
Crónica madrileña
Yo tenía un
puesto de bisutería en el centro,
y también vendía
a veces posters en el metro,
Chaplin,
Jesucristo, Marilyn y el Che Guevara,
Buster Keaton, el
Papa y un payasito que lloraba.
Soy hermana de
los perros y de toda la canalla,
desayuno en la
Latina con un trago de cazalla.
Por las noches me
reunía con conjuntos musicales
y cantando en
compañía huían todos mis males.
Los vecinos
protestaban y con muy malos modales
nos vaciaban
encima sus repletos orinales
y llegaba la
policía y con sus maneras rústicas,
demostraba que la
música no es para todos los mortales.
Ahora vendo
lotería por las calles y los bares
he llevado la
alegría a muchísimos hogares.
Por las noches
sigo unida a cantautores espontáneos,
a pasotas
callejeros, trovadores subterráneos.
Yo iba vendiendo
fortuna por la calle de Carretas,
y me encontré a
la tuna armada de panderetas.
y un tuno muy
pinturero de bigotillo incipiente
me dijo: ¡Por ti
me muero!, ¡Vente conmigo, vente!
¡No, no!, ¡No,
no!...¡Huy! ¡Huy!.
¡Vete tuno, no
te quiero vete!,
¡Vuélvete a tu
siglo diecisiete!
Pon tus mustios
clavelitos en un jarrón,
y se los llevas
al balcón de otra muñeca
y le explicas
bien a gritos, y le explicas bien a gritos,
como se queda
Fonseca.
Alas de algodón
Astro rutilante
de la gran pantalla,
fascinante y
cínico play-boy de playa,
campeón olímpico
con diez medallas,
hábil político
donde los haya,
magnífico varón,
vencedor mítico
de mil batallas:
así era Juan en
su imaginación
que le hacía
olvidar su condición
para escapar y
despegar de su rincón
y despegar de su
rincón
para poder volar,
volar, volar,
triunfar,
brillar.
Lóbrego rincón
de una portería
donde no entra el
sol y nunca es de día
triste habitación
húmeda y sombría
sin ventilación
un brasero de
picón en la camilla
por toda
calefacción
así vivía Juan
con su imaginación,
que le hacía
olvidar su condición
para escapar y
despegar de su rincón
y despegar de su
rincón
para poder volar,
volar, volar,
para olvidar.
Lóbrego rincón
de una portería
coros sollozantes
de necias vecinas
uniéndose al son
de un carraspeante transistor
simplemente María
Poderosa fantasía
la de Juan,
que, aún así,
podía escuchar el mar
en un caracol
pintado en purpurina
y volar tras la
procesión de golondrinas
pegadas a la
pared verde veronés
bajo la mirada
divina de un sagrado corazón
bajo la mirada
doliente
de las ánimas
del purgatorio,
bajo la mirada
anodina de
sus padres en el
desposorio
él, sentado,
ceño fruncido,
ella, de pies,
tras su marido,
dueño y señor,
contemplándose a
si mismo
disfrazado de
angelito
alas de algodón
el día de su
primera comunión
cuando aún creía
que será,
como el Barón
Rojo,
un héroe de la
aviación,
antes de tirarse
por el balcón y quedarse cojo...
volar, volar,
volar.