15 diciembre 2015


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Diez de 1955

Con motivo de mi 60 cumpleaños, el 5 de diciembre de 1955, recupero diez discos en formato de vinilo del citado año del siglo pasado. No quiere decir esto que yo escuchase aquellas variadas músicas de tiempos pretéritos, pero el tiempo hizo que pegase mi oídos a ritmos y cantos que en cierto modo constituyen parte de mi bagaje cultural por muy lejanos que fueran los lugares donde se escucharon por primera vez. De acuerdo que no son todos los que están, pero sí cumplen el requisito de cubrir algunos estilos musicales de los que continúo disfrutando en este 2015.

Hay de todo un poco, las sentidas y austeras canciones del argentino Atahualpa Yupanqui que tanto predicamento tuvieron entre los cantautores de los años 60, pues el compositor argentino supo estar a la altura de los tiempos que le tocaron vivir para llevar a buen puerto un legado en el que se mezclaban la auténtica canción del folclore popular de América del Sur y el mensaje sobre las cuitas de los habitantes de dicho continente. 

Y al cantante y guitarrista argentino le siguen Bill Haley, uno de los pioneros del rock and roll, que cuando alcanzó la fama ya tenía tras de sí una importante carrera musical en la que predominaban las composiciones de country. Brownie McGhee por su parte fue uno de los muchos músicos ambulantes que recorrían los caminos y carreteras de Estados Unidos en la difícil década de 1930 para dar a conocer las novedades que se estaban produciendo en el ámbito de un género entonces marginal, hoy clásico: el blues.

El flamenco por su parte en los años 50 tuvo dos personas que lo dieron a conocer a nivel internacional, una era la gran artista Carmen Amaya, y otro el genial guitarrista Sabicas. A mucha distancia tanto geográfica como estilísticamente estaba el cuarteto canadiense de doo woop The Crew Cuts que constituía un adelanto del pop que entraría con fuerza en los años 60. Más veterano que los anteriores, pero todo un clásico es Frank Sinatra, de quien se cumplen cien años de su nacimiento, y de quien poco hay que añadir sobre su excelente legado musical. 

De los cantantes franceses que se prodigaron a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, George Brassens ocupa un lugar destacado en el olimpo de los artistas que conformaron un estilo que a pesar del paso del tiempo no pasa desapercibido, gracias en parte, en el caso de Brassens, a el escarnio que desprenden sus piezas. Julie London presentaba en 1955 uno de los atractivos álbumes en el que destacaba la espectacular figura de la cantante y actriz californiana, quien dejó algunas canciones de éxito que no entraban en ocasiones en el terreno del jazz.

De Austria salió la actriz y cantante Lotte Lenya, cuya trayectoria artística se remonta a la Alemania anterior a la Segunda Guerra Mundial, época de ebullición cultural en Centroeuropa, pero su verdadero valor a nivel de crítica y público estuvo en sus interpretaciones de componía su marido Kurt Weill, piezas emparentadas con el cabaret y las obras teatrales de Bertolt Brecht. Y para cerrar, el cubano y superconocido en los países de habla hispana, Pérez Prado, cuya versatilidad le convirtió en uno de los mejores promotores de la música caribeña, sobre todo del mambo.

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