Van Morrison
Too long in exile
Si el disco grande Hyms to silence (1991), de Van Morrison, confirmó la ruptura de una etapa de desconcierto en que se encontraba el cantante de Belfast, con Too long in exile utilizó la terapia de regresión hacia ritmos fundamentales en su educación musical: el rhythm and blues.
La leyenda dice que Morrison a sus veintipocos años pasaba uno de sus peores momentos, a lo cual unido los efectos del consumo excesivo de bebidas alcohólicas y a la lejanía de su tierra natal, pues en aquellos momentos era vecino de Boston, donde desde una habitación de hotel combatía su melancolía haciendo llamadas a las emisoras de radio para solicitar que le pusiesen canciones de John Lee Hooker. Las preferencias musicales de la adolescencia se mantenían intactas por lo que se podía apreciar en los tiempos de cambios que vivía el artista irlandés. Blues, jazz y soul que tanto juego le habían dado en su etapa británica de Them no le iban a dejar tampoco en su nueva ubicación geográfica en la que buscaba un sentido a sus nuevas creaciones.
John Lee Hooker, el mítico guitarrista de blues, cuando atravesaba otra etapa de esplendor en su séptima década de existencia, había incluido en uno de sus discos, en concreto Mr. Lucky (1991), la canónica I cover the waterfront, en la voz de Van tiene un especial protagonismo, con lo cual el bluesman agradecía sin duda la admiración del irlandés. Y como es de bien nacidos, ser agradecidos; Morrison, el de la capital norirlandesa, no dudó en aprovechar la grabación del citado Too long in exile para incluir la exitosa e imperecedera pieza Gloria, que lanzo al estrellato a Morrison y a su grupo de jóvenes airados que practicaban un agresivo rhythm and blues en la lejana década de los sesenta del siglo pasado.
Hooker colabora asimismo en la intensa Wasted years, en cuya ejecución se pone de manifiesto que por los canciones arrebatadas no pasa el tiempo y menos por todo lo que lo que suene a música de raíz negroamericana. Esa tendencia se percibe también el la lista de composiciones de Too long in exile, porque Morrison no dudó elegir otras pequeñas joyas del cancionero popular como Lonely Avenu, de Doc Pomus; I´ll take care of you, de Brok Benton, y Good morning little schoolgirl, de Sonny Boy Williamson, que no pierden sus virtudes que las han convertido en clásicas, porque el propio Van no se queda en la mera reproducción mecánica de estándar plomizo. Morrison va más lejos y hasta se implica en la faceta de instrumentista tocando guitarra, saxo y armónica.
Prolífico compositor, el irlandés no perdió comba al utilizar material ajeno que en su caso no desmerece en relación con los originales. Otra vez, el órgano de Georgie Fame, sin menospreciar al resto de los músicos, contribuye a que el cantante se sienta perfectamente arropado y seguro de sí mismo. Se agradece, pues, que la voz de Morrison comunique sensaciones diversas y sentidas. Ejemplos los hay en interpretaciones como Till we get healing one o In the forest. El listón se mantiene algo en los casos de Instrumental/Tell me what, yo want, Bigtime operators e incluso en la adaptación del texto del crepuscular poeta W.B. Yeats, Before the world was made.
Fructífero, entonces, aquel regreso del exilio de Van Morrison, quien dejó de lado algunos fantasmas que motivaron búsquedas improductivas, para imponer música más directa, despojada de adornos y sencilla del hijo pródigo que vuelve al hogar, como en algún momento lo fueron sus compatriotas Oscar Wilde, James Joyce y Samuel Becket, quienes son nombrados en la canción de da y abre el disco Too long to exile.
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