Coleccionables
La compañía discográfica Belter comenzaba su andadura en el año 1956, según se indica en el libreto de la colección, editada en formato compacto, Los números 1 de Belter. Dicho sello está considerado uno de los pioneros en la distribución y venta de vinilos en sus diferentes formatos, entonces EP, sencillo y LP, marca que se sumaba al supuesto aire de modernidad que España presumiblemente estrenaba en la segunda mitad de la década de 1950, tras su ingreso en la Organización de las Naciones Unidas.
La denominación de la sociedad estaba relacionada con los nombres de las esposas de los creadores de la entidad discográfica: Isa-BEL y TER-esa, cónyuges respectivamente de un músico y compositor y de un abogado, quienes protagonizaron los heroicos inicios de grabaciones en unas circunstancias humildes que serían superadas con la década de 1960, cuando la empresa llegó a convertirse en una entidad de facturación millonaria en pesetas, de los 60 millones de 1960 pasó a los 3.000 millones del periodo de tiempo entre 1976 y 1983, según Manuel Román.
La discográfica Divucsa S.A., también radicada en Cataluña, se hizo cargo en los años ochenta del siglo pasado del amplio catálogo sonoro de Belter. En él se encuentra de todo un poco, entregas en determinados casos definitorias de los gustos de la época cuando se pusieron a la venta. El flamenco y la española eran los espacios más venerados en los primeros tiempos de la referida compañía, cuyo vasto inventario se inició con una grabación de música clásica, la Novena Sinfonía de Beethoven, en LP, a la que siguió un disco del guitarrista y cantante Paquito Jerez, todo un creador de éxitos como Billetes verdes, En un bote de vela, Lo que se quiere a los hijos o Es mi niña bonita, auténticos números 1 gracias sobre todo a la radio que aún se imponía a la naciente y todavía prehistórica televisión española.
Payos y gitanos, mujeres de mantilla y féminas liberadas compartieron espacio en el respetado territorio más español de la compañía, al que aportaron añejos palos de la esquina jonda, principalmente festeros, que convivieron sin ningún tipo de roce con coplas, rumbas, canciones regionales y fusiones con nuevos y más juveniles ritmos en Belter en el venerado territorio más español de la compañía. De él salían con fuerza desde el flamenco de Fosforito, Chocolate, La Niña de la Puebla o El Turronero, que marcaban su terreno sin acritud frente a la canción española de damas folclóricas como las hermanas Carmen y Lola Flores, Paquita Rico, Antoñita Moreno, Juanita Reina, Mikaela y Conchita Bautista, cuya impronta llegaría a mujeres más jóvenes que desde diferentes generaciones cogieron el testigo artístico hasta el punto de que su pegada se mantiene a más de 60 años de la fundación de Belter.
Incluso, como diría algún roquero "Las vueltas que da la vida", el omnipresente y superventas de discos Manolo Escobar puede considerarse de la estirpe de los personajes épicos como aquel Cid que ganaba batallas después de muerte, según la leyenda. Pero en el caso del almeriense, las decenas de canciones, que le hicieron famoso y millonario, sonaban por todas partes, en invierno y en verano, en el campo y en la ciudad, en el trabajo y en la playa, en las gramolas de los bares y en las bandas sonoras de películas previsibles. A día de hoy, Y viva España, resuena con alegría y con enjundia política, todo un estrambote, pues cuando la canción nació en aquellos lares del sur Europa, el supremo director del Estado defendido por los Pirineos decía aquello: "Hagan como yo, no se metan en política".
De aquellos polvos vinieron lodos liberadores, que la corrección política a veces frena como aquel Ministro de Información y Turismo de cuyo nombre no se olvidan muchos de los que gustaban de las canciones recogidas en los discos que aparecen en este post. Piezas que forman parte de un cultura que puede resultar racial, pueblerina, bizarra o alegre, según con el color que se mire, pues España es sin duda un lugar de cruce y asentamiento de las más diversas civilizaciones que le dieron carácter.
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